Monday, December 10, 2007

EL REGRESO DEL CAZADOR

Nunca pensó que volvería. No se permitió jamás albergar la esperanza de poder volver a pisar las polvorientas laderas de esos parajes. Siempre tuvo la certeza de que se dejaría morir, como hacen los elefantes cuando barruntan el final de sus días, en soledad, tranquilamente, sin llamar la atención. Jamás pensó que volvería a sentir el gélido viento y volver a posar su mirada en esas tierras: La Zona Umbría.

Cerca de un año pasó desde que decidió irse. Destierro voluntario para alejarse de todo y de todos. Hoy, en su vuelta, ya no queda nada ni nadie de lo que dejó atrás. Todo está vacío, yermo, árido. Con una sonrisa sarcástica pensó que no debería sorprenderle puesto que así es como lo dejó aquella vez que dio la espalda al mundo, por voluntad propia, y se fue.

¿Pero, qué le ha hecho volver? ¿Qué motivo ha hecho que saliera de su destierro y se adentrara de nuevo en esas tierras agrestes? Todos los amigos se fueron, todo lo que quiso se marchitó. El mundo se ha movido y todo es distinto, a pesar del gris que arropa, como si de una manta se tratara, aquellas tierras. La respuesta es sencilla: la presa. Desde que la oyó cerca de su retiro no ha dejado de pensar en poder atraparla. Esquiva, salvaje, peligrosa, letal. Un buen trofeo para ponerlo encima de su chimenea y hablar sobre su captura con… nadie. Un buen trofeo que vale la pena cazar. Sin remordimientos por el pasado ni por el futuro.

A su espalda queda su retiro, su atalaya solitaria donde refugiarse contra la tormenta y los elementos. A sus pies queda el territorio tantas veces explorado. Tantas veces recorrido. Se agacha para reconocer en la hierba maldita unas huellas inconfundibles. Es ella. Pasó por aquí hace menos de una semana.

El cazador ha vuelto a Zona Umbría.

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