Thursday, October 05, 2006

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Te echo tanto de menos. ¿Por qué te tuviste que marchar? ¿Por qué te fuiste sin decirme nada, sin darme una oportunidad de decirte lo que sentía? Y todo por mi culpa. ¡Dios cómo me odio! ¡Todo fue por mi maldita culpa!. Veinte años juntos y nunca llegué a decirte lo que realmente sentía. No tuve la necesidad de decirte cuánto te quiero, que cada noche, en la cama, rezaba para que al día siguiente estuvieras a mi lado, que eras mi bastón, mi linterna, mi guía en este maldito mundo de oscuridad. Nunca te lo dije. Ahora sólo puedo hacerlo frente a tu foto. Tan sólo puedo lamentarme de no haber sentido esta necesidad de decírtelo como la tengo ahora.

Hace un mes que desapareciste de mi vida. Un mes que tuvimos el accidente. Treinta días desde que me empeñé en conducir sin estar en condiciones. Un mes en el que la vida se me ha convertido en un infierno insoportable. Todo me recuerda a ti. Todo me recuerda que fue por mi culpa. No aguanto más estar sin ti, no aguanto más esta agonía. Este morir en vida, este sentimiento de desamparo. Me siento como un niño perdido en un centro comercial deseando volver con su madre pero que sabe que nunca volverá.

Acaricio, distraídamente, con la punta de mis dedos el brillante metal que hay encima de mi cama mientras con la otra mano sujeto tu foto, llena de mis lágrimas. ¿Sabes? Quiero estar junto a ti. En esta vida o en la otra, me da igual, pero quiero estar junto a ti. Lentamente agarro la culata, su peso me desconcierta. Mis ojos se apartan por un momento de tu cara para recorrer su frialdad azulada. Sólo un segundo ya que no puedo dejar de mirarte, tesoro. Con lágrimas en los ojos apunto a donde debería estar mi cerebro, centro de la razón, la lógica que, de haber funcionado, no habría permitido que cogiera el coche en ese estado, que habría evitado que tú hubieras desaparecido de mi vida. Ya voy, tesoro. En un momento estaré junto a ti. Por fin ya no estaré solo en este infierno en la tierra que es estar sin ti.

Un clic, un fogonazo y todo acabó. Un túnel, una luz. ¡Quiero ir a la luz! ¡Quiero llegar a ti! Una voz suena en mi pensamiento: “no hay cabida en el reino de los cielos para aquellos que, cometiendo pecado mortal, acaban con su vida de forma voluntaria. No hay sitio entre los elegidos para aquellos que se suicidan. No hay paraíso para ti. No hay perdón, misericordia. No hay salvación”.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

What if...

Martin Riggs hubiera tirado del gatillo?

;-)

Muy tierno, muy chungo :(

1:16 PM  

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