Sunday, November 12, 2006

EL CAZADOR.


Llevo ya varias horas persiguiéndola. Desde que anocheció sigo sus huellas. Es una bestia escurridiza, negra como la propia noche, artera, audaz... Me lleva por el terreno que más le conviene, la muy ladina. Me agacho para comprobar lo que podrían ser sus huellas, un surco en el blando suelo en forma de ese. Es la huella característica impresa en el suelo de estas bestias. Es reciente, me estoy acercando. He de seguir presionándola hasta que consiga cazarla.


Una sombra fugaz a mi izquierda me advierte de su presencia. Corro hacia ella pero al llegar ya no está. Se ha escurrido entre la vegetación como un fantasma. No hay problema. Se que estoy cerca y al final caerá. Llego a lo alto de una loma. Me arrastro como una serpiente y miro hacia abajo. Ahí está, bebiendo ávidamente de un riachuelo. Está exhausta por la huida. Cambio de posición para tener el viento a favor y no advertir de mi presencia a mi presa hasta que no sea demasiado tarde. Sigo arrastrándome por la floresta en su dirección. Su actitud, ahora, es confiada. Más cerca, un poco más cerca. Cuatro metros me separan de ella. Un poco más... Dos metros. No se ha dado cuenta de mi presencia... o quizá si. Sus negros ojos miran hacia donde estoy.


Me retraigo lentamente para dar el salto final. Mis dedos se hunden el la blanda tierra. Mis pies descalzos se apoyan firmemente, mis músculos se tensan y...


Por fin me duermo.

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