ECHAR A VOLAR

Quiero ser aviador sin alas, sin avión, sin paracaídas. Sentir cómo la gravedad, en un momento, deja de ser el ancla que me ata a la tierra. Quiero echar a volar, como Ícaro. Subir alto, muy alto. Atravesar las nubes. Salir de la atmósfera y, justo cuando escapo de la órbita terrestre echar la mirada atrás, sonreir, decir un adiós y hacer una peineta a ese mundo que queda lejos, muy lejos. Atravesar el Sistema Solar, visitar los distintos planetas, buscar extraterrestres y civilizaciones perdidas. Todo para hacer una última parada en el sol, sumerjirme en él y, como en Terminator 2, sumerjirme en su superficie ardiente para, en vez de levantar el pulgar, levantar, otra vez, el dedo corazón a modo de adiós.

Un gran trayecto, un gran viaje. Una gran última aventura.

HELL CITY

Odio esta ciudad, sus obras, sus prisas, los atascos, el bullicio, los cabrones al volante que atestan las carreteras piruleando en los atascos para adelantar un par de coches y llegar 10 segundos antes a su destino sin importarle si putea al de atrás... Odio convertirme, cada vez más a menudo, en uno de esos cabrones al volante que por desesperación, astío, cabreo y cansancio acaba haciendo la pirula para quitarse de enmedio a ese conductor irresponsable que se cambia de carril constantemente. Odio sumerjirme, cada vez más, en este autismo, esta desgana por todo, el estar convirtiéndome en una persona irreconocible por su aspecto y por sus actos.

Sigo vigilante, ojo avizor, a las convocatorias que salen para otras partes de este bendito país nuestro para ver si suena la flauta y cambio de aires y mando a hacer puñetas todo y encontrar a una persona nueva, a esa persona que perdí hace demasiado tiempo y que, sospecho, dejé en alguna cuneta de mi vida. Encontrarme a mi.